martes, 20 de mayo de 2014

COMENTARIO CRÍTICO: EL COCO. ELVIRA LINDO

No hay materia tan fascinante como la que viene proporcionando la neuropsiquiatría. Ayuda a entender comportamientos que creíamos consecuencia de la cultura. Lo extraordinario es que a menudo esos hallazgos se han esperado con el hacha de guerra levantada. Así lo sabe la doctora Brizendine, neuropsiquiatra, que ha publicado un fascinante libro, El cerebro femenino, recogiendo lo que hasta el momento se sabe sobre el particular. La doctora Brizendine asegura que tuvo reparos al contar que el cerebro de la mujer reduce su tamaño durante el embarazo y no vuelve a su estado anterior hasta seis meses después del parto; así, la naturaleza ayuda a la mujer a concentrarse en sacar adelante a un cachorro tan desprotegido como es el humano, pero esa información podría ser aprovechada por quienes defienden que las mujeres no deben volver a trabajar. La doctora Brizendine sabe que ciertos grupos quieren que la naturaleza les dé la razón y la naturaleza se empeña en seguir sus particulares criterios de sensatez. Por otra parte, nadie puede evitar que la neurología avale ciertos estereotipos, como el de que las mujeres disfrutan hablando. Cuando las adolescentes se reúnen para intercambiar confidencias segregan oxitocina, la hormona de la intimidad. En vez de entender esto a la manera masculina (ellas tienen propensión al cotilleo) o a la manera femenina (la charla era el consuelo de las mujeres) la neurología considera esta afición como la consecuencia de un cerebro que posee una innata capacidad verbal: las mujeres echan mano de unas veinte mil palabras al día y los hombres rondan las siete mil. Por qué entonces la mujer ha estado sometida al hombre en la mayoría de las sociedades. La historia nos dice que antes del control de la natalidad la mujer sufría una media de 20 embarazos en su vida. Con tantas bocas que alimentar resultó imposible integrar las filas de los padres de la filosofía. La neurología nos informa de las tendencias innatas, lo cual fastidia a unos y a otras. Unos quieren vernos en el papel de siempre, otras consideran el instinto maternal una falacia. Y la ciencia sienta las bases para una discusión pendiente que no debiéramos desaprovechar: la posibilidad de conciliar lo que somos con lo que deseamos ser.

1. Esquema de la estructura del texto, en el que se reflejen las distintas partes y sus contenidos.
  El texto presenta la siguiente estructura:
  • Introducción al tema, que sirve como presentación y anticipo de lo que será la tesis final (líneas 1 a 4).
  • Ejemplificación, que sirve como argumento (líneas 4 a 22):
           - las investigaciones  de la doctora Brizendine recogidas en el libro El   cerebro femenino (argumento de autoridad).
           - la expresividad de la mujer, su locuacidad debida a su mayor capacidad verbal (argumento basado en el prestigio científico de la neurología).
  • Reflexión de la escritora sobre la no paridad entre hombres y mujeres en la sociedad, avalada por la historia (líneas 22 a 26)
  • Conclusión final o tesis (líneas 26 hasta el final).
El texto presenta una estructura de tipo inductivo, ya que todo el proceso reflexivo de la autora va en función de explicar y argumentar la tesis final.

2. Ideas que expresa el autor: tesis que defiende, argumentos que utiliza, importancia y actualidad de esas ideas.
La autora inicia el artículo llamando la atención al lector, una vez que le hace partícipe de su admiración por la neuropsiquiatría, la razón por la que esta la fascina - esclarece la naturaleza de ciertos comportamientos humanos- y la perplejidad de que exista quien tenga siempre prevenciones contra las conclusiones a las que llega la ciencia.
De la fascinación general por la neuropsiquiatría pasa a un hecho específico y particular, que sirve para concretar lo expuesto anteriormente, al tiempo que se hace eco de la publicación del libro El cerebro femenino. Varias hechos han llamado la atención de la columnista:
- que sea una mujer, la doctora Brizendine, quien haya realizado un estudio neuropsicológico fascinante, cuando todavía en nuestro siglo son muy pocas las que se dedican a este campo del saber o la sociedad no presta la suficiente atención;
- el objeto de estudio, el cerebro femenino, ya que este tipo de investigaciones secularmente han sido abordadas por hombres y, casi siempre, han servido para <<demostrar>> la inferioridad de la mujer, minusvalorar su inteligencia (al asociarla con el tamaño del cerebro) y someterla al hombre;
- las conclusiones a las que se llega en el estudio: la reducción del tamaño del cerebro femenino durante el embarazo y los primeros meses de vida del lactante;
- la valentía de la doctora al anteponer la verdad de la ciencia al temor de la utilización partidista que se pueda extraer de sus investigaciones.

La articulista, basándose en la experiencia, confirma los temores de la científica, pues aún en el siglo XXI- lo podemos percibir en las recientes declaraciones del candidato a las elecciones europeas por el partido popular, Arias Cañete, "El debate entre un hombre y una mujer es muy complicado, si haces abuso de superioridad intelectual parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa"
Lo que demuestra que las personas educadas en unos roles retrógados, mantienen a la mujer en un segundo plano, hecho que Elvira Lindo no solo no comparte, sino descalifica, sabedora que malinterpretar las normas de la naturaleza, esta sigue siendo más sensata que los manipuladores y termina por imponer su verdad.
Si los estudios de neuropsiquiatría colocan a la mujer en una supuesta inferioridad temporal, los de neurología- nuevo argumento basado en el prestigio científico- confirman la innata capacidad verbal del cerebro femenino, lo que, de forma partidista, se puede también tomar, en versión masculina, como un defecto (el de ser las mujeres más charlatanas), confirmado con ciertos estereotipos sociales, o, en versión femenina, como bálsamo mitigador de sus penas o también como una supuesta superioridad de esta frente al hombre.
Tras lo expuesto anteriormente, la autora del artículo se pregunta por el porqué del sometimiento histórico de la mujer al hombre en la mayoría de las sociedades si la ciencia, objetivamente, no avala esta situación. Otra ciencia, la historia, demuestra que la sumisión de la mujer estaba- y aún sigue estando en la actualidad- en relación directa con la maternidad: la falta de control de natalidad mermó el desarrollo de la mujer y su integración en las filas de los padres de la filosofía, conclusión a la que llega reforzada por el aval del acontecer histórico. De esta reflexión se extrae la tesis que defiende la autora: la naturaleza condiciona el comportamiento humano pero, entre todos, es posible conciliar lo que somos con lo que queremos ser.
Cobra sentido ahora el título del artículo: el coco (referencia al fantasma con que se asusta a los niños) que nos atemoriza sería el miedo por el supuesto peligro que supondría la incorporación de la mujer, en igualdad de condiciones, a la sociedad, pero este temor podemos conjurarlo reconociendo y asumiendo lo específico de cada sexo, sin que ello impida convivir en igualdad y armonía y cooperar todos en la construcción de un mundo mejor.
Resulta prioritario en nuestros días una paridad en los mismos derechos y deberes entre hombres y mujeres, sea la sociedad que sea, en que se hace intolerable la violencia machista y la negación de los derechos humanos y democráticos a la mujer. Efectivamente, es obligación de todos construir el futuro que queremos aunando esfuerzos y desterrando la marginación, como defiende la autora.

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