EXAMEN DE LECTURA: EL ÁRBOL DE LA
CIENCIA
Contenidos:
- Apuntes de literatura: La narrativa hasta el 36
- Estudio de Pío Baroja
Examen:
- Comprensión lectora
- Preguntas de teoría: la narrativa hasta la Guerra Cívil
La narrativa del siglo XX hasta
1939
La Generación del 98
(influida por el Desastre y el auge del irracionalismo europeo)
revitaliza la novela. Cuatro obras de 1902 ( Amor y pedagogía
de Unamuno, Camino de perfección de Baroja, La voluntad
de Azorín y Sonata de otoño de Valle-Inclán) coinciden en
el rechazo al realismo decimonónico y en la angustia vital propia de
toda época de crisis. Se impone la preocupación existencial,
social, filosófica; la preocupación por la situación del país más
que la mera preocupación formal. Los noventayochista huyen del
costumbrismo y la retórica antigua, por eso tienen un estilo sobrio,
sencillo y natural. Además de la angustia vital, hay otros temas
recurrentes: el de la preocupación de España y el de la historia,
en la cual buscan las raíces del <<alma española>> que
encuentran, sobre todo, en Castilla (símbolo de la patria), en sus
paisajes y gentes. Los libros de viajes se cultivarán mucho y
criticarán aspectos negativos de los pueblos con intención
reformista (las precarias condiciones del campesinado, el caciquismo,
el abandono, la pobreza, la superstición y superficialidad, la
abulia, la ignorancia…). Azorín publica, por ejemplo, La ruta
de don Quijote, Castilla y El paisaje de España visto por los
españoles en 1905, 1912 y 1917 respectivamente. Son comunes el
uso de palabras tradicionales, la técnica impresionista y los
diálogos densos que hacen pensar, pero cada autor tiene su
individualidad: cuidan la expresión para conseguir belleza
(Valle-Inclán), minuciosidad (Azorín), reflexión (Unamuno) o
rapidez (Baroja).
Valle-Inclán evoluciona desde
el modernismo de sus Sonatas (1902-1905)- llenas de melancolía
y evasión espacio-temporal características- hasta el expresionismo
degradante de sus esperpentos (1920-1932) en los que deforma
grotescamente la realidad con personajes fantoches, para retratar una
sociedad sin los virtudes de la nobleza, valor, justicia,
generosidad, solidaridad, etc. En su obra Tirano Banderas critica a
un dictador americano y en la trilogía El ruedo ibérico satiriza la
corte de Isabel II: los personajes acaban convertidos en muñecos de
guiñol.
JOSÉ
MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN
(1873-1967)
Nació en Monóvar (Alicante). Estudio Derecho, pero dedicó su vida
al periodismo y la literatura. Es un prosista excepcional de lenguaje
cuidado, frases breves y sencillas y un léxico preciso que a menudo
incluye términos desusados.
Entre
sus novelas destacan
La voluntad
y Antonio Azorín,
alejadas de la novela realista y de carácter autobiográfico. En su
obra destacan como rasgos la subjetividad, el hondo lirismo y la
utilización de una técnica impresionista en sus descripciones.
MIGUEL
DE UNAMUNO (1864-1936)
Nació
en Bilbao, pero vivió gran parte de su vida en Salamanca. Hombre de
gran formación intelectual, fue catedrático de la universidad
salmantina; también rector, aunque fue destituido de su cargo por
motivos políticos. Opuesto a la dictadura de Primo de Rivera, sufre
destierro
en Fuerteventura, de donde huye para
refugiarse en París y en Hendaya. Al caer la dictadura, vuelve a
Salamanca, ocupa de nuevo el rectorado y llegó a ser diputado
durante la II República. Simpatizó en un principio con el
levantamiento del 18 de julio de 1936, pero se opuso después con
rotundidad a los militares haciéndose célebre su frase “venceréis
pero no convenceréis”. Fue arrestado en su domicilio y murió en
Salamanca a finales de 1936.
Unamuno fue uno de los intelecutuales de más
prestigio dentro y fuera de España. Hombre batallador, de profundas
convicciones religiosas, vivió atormentado por el tema de la
inmortalidad,
sostenida por la fe, pero opuesta a la razón.
La novela
fue para Unamuno un medio para expresar su filosofía. Excepto en Paz
en la Guerra y San
Manuel Bueno Mártir, podríamos decir
que en la novela unamuniana apenas hay introducción ni desenlace;
todo en ella es nudo,
conflicto. Su tendencia innovadora
hace que incluso ciertos críticos pusieran objeciones a su inclusión
dentro del género novelesco. Como desprecio a esta crítica miope y
manifestando su resistencia a cualquier tipo de encasillamiento,
Unamuno llamaría nivolas
a algunas de sus producciones, en especial a Niebla,
inaugurando así un nuevo género.
Otras obras importantes serían Amor
y pedagogía, donde critica el
positivismo cientifico; Abel Sánchez,
que ahonda en el odio y en la envidia del hombre; La
tía Tula sobre el sentimiento de la
maternidad frustrada; o la ya mencionada, San
Manuel Bueno, mártir, que trata el
problema de la fe.
Unamuno se valió también del ensayo
para expresar sus ideas. Entre ellos podemos destacar En
torno al casticismo, donde el autor
aboga por abrirse a Europa para resolver los problemas de España y a
la vez acudir a la “verdadera tradición” española, a la
“intrahistoria”, la vida silenciosa de millones de hombres sin
historia. También son importantes La
agonía del Cristianismo o Del
sentimiento trágico de la vida, que
tratan sobre el sentimiento religioso y la inmortalidad y Vida
de don Quijote y Sancho, una particular
interpretación de la obra cervantina en clave noventayochesca.
Finalmente, Unamuno también cultivo con fortuna
la poesía
destacando entre su producción El
Cristo de Velázquez por el vigor y
profundidad de su palabra poética.
PÍO
BAROJA (1872-1956)
- VIDA Y PENSAMIENTO
Nació
en San Sebastián en el seno de una familia burguesa. Cursó en
Madrid estudios
de medicina - que terminó en
Valencia- y ejerció de médico, sin mucho entusiasmo, en zonas
rurales. Pronto abandonó la carrera y se instaló definitiva en
Madrid. Durante un tiempo regentó una panadería propiedad de una
tía suya, pero se
cansó pronto y se dedicó a escribir.
No
tuvo un pensamiento sólido y coherente.
Fue siempre un autodidacto
que leyó, atropelladamente, en su niñez, novelas de aventuras y
folletines, y después, hasta los años de madurez, a los más
importantes literatos
españoles y europeos junto con el
fisiólogo francés Claude Bernard, de quien recibió su educación
biológica y los siguientes filósofos
alemanes: Nietzsche,
por cuyas ideas Baroja sintió un enorme atractivo tanto en su
afirmación del individualismo y la amoralidad del hombre fuerte como
en su desprecio por la masa y las doctrinas socialistas; Shopenhauer,
en quien halló la identificación de su propio pesimismo y
escepticismo vitales, de su voluntad de renuncia conducente a la
ataraxia o serenidad negativa lograda por medio de la abstención y
la indiferencia.
Calificado
como rebelde,
individualista y escéptico, llevó
una vida retraída y metódica. Comenzó
defendiendo ideas regeneracionistas y anarquistas y acabó en la
negación de todo ideal humano, en
el agnosticismo y en la ataraxia
o aislamiento alcanzado mediante la abstención social. Su visión
pesimista
del mundo, considerado como un caos
absurdo donde el fuerte se come al débil y donde la única
posibilidad de salvación está en la acción constante, lo sitúan
como precursor
de movimientos culturales posteriores, en concreto, del
existencialismo europeo.
Permaneció
ligado a su tierra, pasando largas temporadas en su caserón de
Navarra. Trabaja sin descanso en su obra literaria. De su fecunda
laboriosidad es buena prueba la
ininterrumpida publicación de sus libros, en número superior a dos
cada año. En 1935 leyó su discurso de entrada
a la Real Academia de la Lengua sobre
La formación psicológica del escritor.
Al
declararse la Guerra
Civil se refugió en Francia, pero
regresó definitivamente en 1940–de nuevo a Madrid- huyendo de la
II Guerra Mundial, y continuó publicando no sin algún contratiempo
con la censura, dedicado, sobre todo a la redacción de sus memorias,
rodeado apenas de un reducido círculo de amigos entre los cuales
figuraban el novelista norteamericano Ernest
Hemingway y los entonces jóvenes
españoles Camilo
José Cela y José Luis Castillo-
Puche.
Los
últimos tiempos del escritor estuvieron determinados por un largo
proceso de desintegración física a causa de una arteriosclerosis
que lo llevó a la muerte el 30 de octubre de 1956
- OBRA
La
producción literaria de Baroja es fruto de
su profesionalización y absoluta entrega como escritor. Escribió
sin descanso hasta el fin de sus días. En conjunto, sus obras
completas alcanzan casi los cien
volúmenes, de los cuales 66
contienen
novelas, 5
son de
novelas, cortas 4 de cuentos,
2 de de teatro, 3 de biografías, 9 de
ensayos, 8 de memorias y 1 de poemas.
- CLASIFICACIÓN DE SUS NOVELAS
El
mismo autor adelantó las dos clasificaciones más frecuentes de sus
novelas su agrupación en trilogías
y la división en etapas cronológicas.
- La clasificación de las novelas en trilogías es bastante arbitraria, no figuraba entre los propósitos iniciales del escritor. La empleó por primera vez en la tres novela de La lucha por la vida y llegó a agrupar hasta diez, algunas de ellas con mínimas o incluso nulas conexiones (en algunas figuran hasta cuatro novelas)
- La división cronológica en varias etapas (de 1900 a la Guerra Mundial; y desde la Guerra del 14 hasta ahora fue señalada por el propio autor en sus memorias: “la primera, de violencia, de arrogancia y de nostalgia; la segunda, de historicismo, de crítica de ironía y de cierto mariposeo sobre las ideas y sobre las cosas”
- Con esta orientación, Eugenio de Nora estableció tres etapas básicas en la trayectoria literaria de Baroja: de 1900 a 1912, de 1912 a 1936, y de 1937 hasta el final.
- Primera etapa (1900-1912):
- Tierra vasca (La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero)
- La lucha por la vida (la Busca, Mala hierba, Aurora Roja)
- La raza (la dama errante, la ciudad y la niebla, El árbol de la vida*)
- El mar, las ciudades…
- Segunda etapa (1912-1936)
- Memorias de un hombre acción, compuesta por 22 novelas, cuyo protagonista es Eugenio de Avinareta, dinámico personaje de siglo XIX, antepasado del autor.
- Tercera etapa (1936 hasta su muerte)
Se caracteriza por la escasa producción y la pérdida de fuerza
narrativa
- CONCEPCIÓN DE NOVELA Y ESTILO
- Género multiforme que abarca todo: filosófico, psicológico, aventura, utopía...
- Estructura abierta, sin argumento cerrado, definitivo.
- No le preocupa la unidad, sí los episodios, las anécdotas, las digresiones.
- Aunque a su novela se la ha denominado con frecuencia novela de tesis, sus obras no se esfuerzan en demostrar nada sino en desprender una concepción de la vida.
- Su estilo se ha calificado como descuidado y desprovisto de técnica. Lo primero fue desmentido por el mismo Galdós, lo segundo le confería a su lenguaje gran agilidad, espontaneidad, con momentos de gran belleza, emoción y lirismo, llevando al extremo la tendencia antirretoricista de los noventayochistas.
- Preferencia por la frase corta y el párrafo breve. Partidario de la visión directa, analítica e impresionista que confieren viveza y amenidad al relato.
- Especial relieve de sus descripciones. Naturalidad en los diálogos
La Generación
del 14 o Novecentismo (1906-1926) integra a intelectuales que
están entre el noventayochismo y las vanguardias. Son más vitales
que los del 98, más europeístas y liberales (como buenos herederos
de la Institución Libre de Enseñanza, cuyo fundador es llamado por
Ayala <<San Francisco Giner de los Ríos>>. Aparte de sus
ensayos y cuentos, también destacan en dos tendencias
narrativas: la lírica y la intelectual.
En la novela lírica resalta
Gabriel Miró quien, como dice Dámaso Alonso, es <<el
gran poeta en prosa>>. La melancolía y lo sensorial recuerdan
la prosa modernista, pero su búsqueda de perfección formal es
novecentista. Destaca por la sensibilidad y sensorialidad hacia la
luz, color, aromas, sonidos, olores…; por la musicalidad y el
lirismo, hasta el punto de hacer de la acción algo secundario.
Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926) son las
obras más interesantes.
En la novela intelectual
destaca Ramón Pérez de Ayala, que describe novelas
generacionales como A.M.D.G. ( siglas del lema jesuítico Ad Maiorem
Dei Gloriam), muy crítica con su colegio de jesuitas, y también
novelas poemáticas- un poema inicial pone en antecedentes al lector-
sobre la vida española, a través de la técnica del contraste entre
la vida/muerte; alegría/dolor, etc. Así, en La caída de los
limones dos hermanas de una familia rica piden clemencia sin éxito
para su hermano- que será ejecutado por un crimen- y su dolor
contrasta con la celebración por el nacimiento de un nieto de la
pensionera.
También hay novela humorística
como la de Wenceslao Fernández Flórez en Las siete columnas,
ficción sobre qué pasaría si desapareciesen los siete pecados
capitales y Ramón Gómez de la Serna, cuya novela El
torero Caracho (1927) distorsiona la visión de la fiesta de los
toros. La novela corta, que había resucitado en revistas, muere con
los novecentistas. Felipe Trigo y Eduardo Zamacois tuvieron
éxito con novelas vitalistas, con erotismo, sin pretensiones
literarias y continuistas con el realismo.
A fines de los años 30, años de la
República y preguerra civil, la novela se politiza, y encontramos
los novelistas sociales.
En conclusión, la novela del siglo XX
hasta 1939 se opone a la copia de la realidad y al barroquismo del
realismo decimonónico. Los noventayochistas se duelen de España,
pretenden mejorarla y usan un estilo más natural y selectivo, los
modernistas cuidan más las cuestiones formales; los novecentistas
son europeístas, más racionalistas y objetivos ante España y
anuncian las vanguardias con su preocupación por el lenguaje e
intelectualismo elitista; por último, algunos novelistas sociales de
preguerra aúnan compromiso y forma.