jueves, 23 de octubre de 2014

Examen lectura. El árbol de la ciencia


EXAMEN DE LECTURA: EL ÁRBOL DE LA CIENCIA

Contenidos:

  • Apuntes de literatura: La narrativa hasta el 36
  • Estudio de Pío Baroja

Examen:

  • Comprensión lectora
  • Preguntas de teoría: la narrativa hasta la Guerra Cívil

 
La narrativa del siglo XX hasta 1939

La Generación del 98 (influida por el Desastre y el auge del irracionalismo europeo) revitaliza la novela. Cuatro obras de 1902 ( Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Sonata de otoño de Valle-Inclán) coinciden en el rechazo al realismo decimonónico y en la angustia vital propia de toda época de crisis. Se impone la preocupación existencial, social, filosófica; la preocupación por la situación del país más que la mera preocupación formal. Los noventayochista huyen del costumbrismo y la retórica antigua, por eso tienen un estilo sobrio, sencillo y natural. Además de la angustia vital, hay otros temas recurrentes: el de la preocupación de España y el de la historia, en la cual buscan las raíces del <<alma española>> que encuentran, sobre todo, en Castilla (símbolo de la patria), en sus paisajes y gentes. Los libros de viajes se cultivarán mucho y criticarán aspectos negativos de los pueblos con intención reformista (las precarias condiciones del campesinado, el caciquismo, el abandono, la pobreza, la superstición y superficialidad, la abulia, la ignorancia…). Azorín publica, por ejemplo, La ruta de don Quijote, Castilla y El paisaje de España visto por los españoles en 1905, 1912 y 1917 respectivamente. Son comunes el uso de palabras tradicionales, la técnica impresionista y los diálogos densos que hacen pensar, pero cada autor tiene su individualidad: cuidan la expresión para conseguir belleza (Valle-Inclán), minuciosidad (Azorín), reflexión (Unamuno) o rapidez (Baroja).
Valle-Inclán evoluciona desde el modernismo de sus Sonatas (1902-1905)- llenas de melancolía y evasión espacio-temporal características- hasta el expresionismo degradante de sus esperpentos (1920-1932) en los que deforma grotescamente la realidad con personajes fantoches, para retratar una sociedad sin los virtudes de la nobleza, valor, justicia, generosidad, solidaridad, etc. En su obra Tirano Banderas critica a un dictador americano y en la trilogía El ruedo ibérico satiriza la corte de Isabel II: los personajes acaban convertidos en muñecos de guiñol.
JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN (1873-1967)
Nació en Monóvar (Alicante). Estudio Derecho, pero dedicó su vida al periodismo y la literatura. Es un prosista excepcional de lenguaje cuidado, frases breves y sencillas y un léxico preciso que a menudo incluye términos desusados.
Entre sus novelas destacan La voluntad y Antonio Azorín, alejadas de la novela realista y de carácter autobiográfico. En su obra destacan como rasgos la subjetividad, el hondo lirismo y la utilización de una técnica impresionista en sus descripciones.
MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Nació en Bilbao, pero vivió gran parte de su vida en Salamanca. Hombre de gran formación intelectual, fue catedrático de la universidad salmantina; también rector, aunque fue destituido de su cargo por motivos políticos. Opuesto a la dictadura de Primo de Rivera, sufre destierro en Fuerteventura, de donde huye para refugiarse en París y en Hendaya. Al caer la dictadura, vuelve a Salamanca, ocupa de nuevo el rectorado y llegó a ser diputado durante la II República. Simpatizó en un principio con el levantamiento del 18 de julio de 1936, pero se opuso después con rotundidad a los militares haciéndose célebre su frase “venceréis pero no convenceréis”. Fue arrestado en su domicilio y murió en Salamanca a finales de 1936.
Unamuno fue uno de los intelecutuales de más prestigio dentro y fuera de España. Hombre batallador, de profundas convicciones religiosas, vivió atormentado por el tema de la inmortalidad, sostenida por la fe, pero opuesta a la razón.
La novela fue para Unamuno un medio para expresar su filosofía. Excepto en Paz en la Guerra y San Manuel Bueno Mártir, podríamos decir que en la novela unamuniana apenas hay introducción ni desenlace; todo en ella es nudo, conflicto. Su tendencia innovadora hace que incluso ciertos críticos pusieran objeciones a su inclusión dentro del género novelesco. Como desprecio a esta crítica miope y manifestando su resistencia a cualquier tipo de encasillamiento, Unamuno llamaría nivolas a algunas de sus producciones, en especial a Niebla, inaugurando así un nuevo género.
Otras obras importantes serían Amor y pedagogía, donde critica el positivismo cientifico; Abel Sánchez, que ahonda en el odio y en la envidia del hombre; La tía Tula sobre el sentimiento de la maternidad frustrada; o la ya mencionada, San Manuel Bueno, mártir, que trata el problema de la fe.
Unamuno se valió también del ensayo para expresar sus ideas. Entre ellos podemos destacar En torno al casticismo, donde el autor aboga por abrirse a Europa para resolver los problemas de España y a la vez acudir a la “verdadera tradición” española, a la “intrahistoria”, la vida silenciosa de millones de hombres sin historia. También son importantes La agonía del Cristianismo o Del sentimiento trágico de la vida, que tratan sobre el sentimiento religioso y la inmortalidad y Vida de don Quijote y Sancho, una particular interpretación de la obra cervantina en clave noventayochesca.
Finalmente, Unamuno también cultivo con fortuna la poesía destacando entre su producción El Cristo de Velázquez por el vigor y profundidad de su palabra poética.

PÍO BAROJA (1872-1956)
  • VIDA Y PENSAMIENTO
Nació en San Sebastián en el seno de una familia burguesa. Cursó en Madrid estudios de medicina - que terminó en Valencia- y ejerció de médico, sin mucho entusiasmo, en zonas rurales. Pronto abandonó la carrera y se instaló definitiva en Madrid. Durante un tiempo regentó una panadería propiedad de una tía suya, pero se cansó pronto y se dedicó a escribir.
No tuvo un pensamiento sólido y coherente. Fue siempre un autodidacto que leyó, atropelladamente, en su niñez, novelas de aventuras y folletines, y después, hasta los años de madurez, a los más importantes literatos españoles y europeos junto con el fisiólogo francés Claude Bernard, de quien recibió su educación biológica y los siguientes filósofos alemanes: Nietzsche, por cuyas ideas Baroja sintió un enorme atractivo tanto en su afirmación del individualismo y la amoralidad del hombre fuerte como en su desprecio por la masa y las doctrinas socialistas; Shopenhauer, en quien halló la identificación de su propio pesimismo y escepticismo vitales, de su voluntad de renuncia conducente a la ataraxia o serenidad negativa lograda por medio de la abstención y la indiferencia.
Calificado como rebelde, individualista y escéptico, llevó una vida retraída y metódica. Comenzó defendiendo ideas regeneracionistas y anarquistas y acabó en la negación de todo ideal humano, en el agnosticismo y en la ataraxia o aislamiento alcanzado mediante la abstención social. Su visión pesimista del mundo, considerado como un caos absurdo donde el fuerte se come al débil y donde la única posibilidad de salvación está en la acción constante, lo sitúan como precursor de movimientos culturales posteriores, en concreto, del existencialismo europeo.
Permaneció ligado a su tierra, pasando largas temporadas en su caserón de Navarra. Trabaja sin descanso en su obra literaria. De su fecunda laboriosidad es buena prueba la ininterrumpida publicación de sus libros, en número superior a dos cada año. En 1935 leyó su discurso de entrada a la Real Academia de la Lengua sobre La formación psicológica del escritor.
Al declararse la Guerra Civil se refugió en Francia, pero regresó definitivamente en 1940–de nuevo a Madrid- huyendo de la II Guerra Mundial, y continuó publicando no sin algún contratiempo con la censura, dedicado, sobre todo a la redacción de sus memorias, rodeado apenas de un reducido círculo de amigos entre los cuales figuraban el novelista norteamericano Ernest Hemingway y los entonces jóvenes españoles Camilo José Cela y José Luis Castillo- Puche.
Los últimos tiempos del escritor estuvieron determinados por un largo proceso de desintegración física a causa de una arteriosclerosis que lo llevó a la muerte el 30 de octubre de 1956
  • OBRA
La producción literaria de Baroja es fruto de su profesionalización y absoluta entrega como escritor. Escribió sin descanso hasta el fin de sus días. En conjunto, sus obras completas alcanzan casi los cien volúmenes, de los cuales 66 contienen novelas, 5 son de novelas, cortas 4 de cuentos, 2 de de teatro, 3 de biografías, 9 de ensayos, 8 de memorias y 1 de poemas.
  • CLASIFICACIÓN DE SUS NOVELAS
El mismo autor adelantó las dos clasificaciones más frecuentes de sus novelas su agrupación en trilogías y la división en etapas cronológicas.
  1. La clasificación de las novelas en trilogías es bastante arbitraria, no figuraba entre los propósitos iniciales del escritor. La empleó por primera vez en la tres novela de La lucha por la vida y llegó a agrupar hasta diez, algunas de ellas con mínimas o incluso nulas conexiones (en algunas figuran hasta cuatro novelas)
  2. La división cronológica en varias etapas (de 1900 a la Guerra Mundial; y desde la Guerra del 14 hasta ahora fue señalada por el propio autor en sus memorias: “la primera, de violencia, de arrogancia y de nostalgia; la segunda, de historicismo, de crítica de ironía y de cierto mariposeo sobre las ideas y sobre las cosas”
    • Con esta orientación, Eugenio de Nora estableció tres etapas básicas en la trayectoria literaria de Baroja: de 1900 a 1912, de 1912 a 1936, y de 1937 hasta el final.
    • Primera etapa (1900-1912):
  • Tierra vasca (La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero)
  • La lucha por la vida (la Busca, Mala hierba, Aurora Roja)
  • La raza (la dama errante, la ciudad y la niebla, El árbol de la vida*)
  • El mar, las ciudades…
    • Segunda etapa (1912-1936)
  • Memorias de un hombre acción, compuesta por 22 novelas, cuyo protagonista es Eugenio de Avinareta, dinámico personaje de siglo XIX, antepasado del autor.
  • Tercera etapa (1936 hasta su muerte)
Se caracteriza por la escasa producción y la pérdida de fuerza narrativa
  • CONCEPCIÓN DE NOVELA Y ESTILO
  • Género multiforme que abarca todo: filosófico, psicológico, aventura, utopía...
  • Estructura abierta, sin argumento cerrado, definitivo.
  • No le preocupa la unidad, sí los episodios, las anécdotas, las digresiones.
  • Aunque a su novela se la ha denominado con frecuencia novela de tesis, sus obras no se esfuerzan en demostrar nada sino en desprender una concepción de la vida.
  • Su estilo se ha calificado como descuidado y desprovisto de técnica. Lo primero fue desmentido por el mismo Galdós, lo segundo le confería a su lenguaje gran agilidad, espontaneidad, con momentos de gran belleza, emoción y lirismo, llevando al extremo la tendencia antirretoricista de los noventayochistas.
  • Preferencia por la frase corta y el párrafo breve. Partidario de la visión directa, analítica e impresionista que confieren viveza y amenidad al relato.
  • Especial relieve de sus descripciones. Naturalidad en los diálogos
La Generación del 14 o Novecentismo (1906-1926) integra a intelectuales que están entre el noventayochismo y las vanguardias. Son más vitales que los del 98, más europeístas y liberales (como buenos herederos de la Institución Libre de Enseñanza, cuyo fundador es llamado por Ayala <<San Francisco Giner de los Ríos>>. Aparte de sus ensayos y cuentos, también destacan en dos tendencias narrativas: la lírica y la intelectual.
En la novela lírica resalta Gabriel Miró quien, como dice Dámaso Alonso, es <<el gran poeta en prosa>>. La melancolía y lo sensorial recuerdan la prosa modernista, pero su búsqueda de perfección formal es novecentista. Destaca por la sensibilidad y sensorialidad hacia la luz, color, aromas, sonidos, olores…; por la musicalidad y el lirismo, hasta el punto de hacer de la acción algo secundario. Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926) son las obras más interesantes.
En la novela intelectual destaca Ramón Pérez de Ayala, que describe novelas generacionales como A.M.D.G. ( siglas del lema jesuítico Ad Maiorem Dei Gloriam), muy crítica con su colegio de jesuitas, y también novelas poemáticas- un poema inicial pone en antecedentes al lector- sobre la vida española, a través de la técnica del contraste entre la vida/muerte; alegría/dolor, etc. Así, en La caída de los limones dos hermanas de una familia rica piden clemencia sin éxito para su hermano- que será ejecutado por un crimen- y su dolor contrasta con la celebración por el nacimiento de un nieto de la pensionera.
También hay novela humorística como la de Wenceslao Fernández Flórez en Las siete columnas, ficción sobre qué pasaría si desapareciesen los siete pecados capitales y Ramón Gómez de la Serna, cuya novela El torero Caracho (1927) distorsiona la visión de la fiesta de los toros. La novela corta, que había resucitado en revistas, muere con los novecentistas. Felipe Trigo y Eduardo Zamacois tuvieron éxito con novelas vitalistas, con erotismo, sin pretensiones literarias y continuistas con el realismo.
A fines de los años 30, años de la República y preguerra civil, la novela se politiza, y encontramos los novelistas sociales.
En conclusión, la novela del siglo XX hasta 1939 se opone a la copia de la realidad y al barroquismo del realismo decimonónico. Los noventayochistas se duelen de España, pretenden mejorarla y usan un estilo más natural y selectivo, los modernistas cuidan más las cuestiones formales; los novecentistas son europeístas, más racionalistas y objetivos ante España y anuncian las vanguardias con su preocupación por el lenguaje e intelectualismo elitista; por último, algunos novelistas sociales de preguerra aúnan compromiso y forma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario